¿Qué pasa si las máquinas hacen todo lo que no queremos hacer, incluso hablar entre nosotros? Puede sonar conveniente: una máquina no juzga, no discute, no tiene su propia agenda. Pero, ¿qué ocurre si dejamos que ellas lo hagan todo? ¿Qué queda de nosotros?
Mientras la tecnología automatiza tareas y resuelve problemas, nosotros enfrentamos una pregunta mucho más compleja: ¿qué es lo que realmente te importa? Porque ahí, en esa respuesta, está la clave para coordinarte con otros, para liderar y crear algo que trascienda. Y ahí, también, es donde la tecnología se detiene. Podrá ejecutar órdenes, pero no puede inspirar, ni conectar, ni darle sentido a tu vida.
El liderazgo humano no tiene reemplazo. Estamos en un momento histórico: estamos creando herramientas que diseñan herramientas, capaces de hacer nuestro trabajo con mayor eficiencia y sin esfuerzo. Pero cuando la supervivencia deje de ser el desafío, la búsqueda de sentido será lo más importante. Y encontrar ese sentido, conectar con otros y movilizar equipos hacia un propósito común, es un desafío exclusivamente humano.
Hoy no basta con manejar tecnología, ni con liderar desde la autoridad. El futuro pertenece a quienes puedan hacer ambas cosas: dirigir a las máquinas con precisión y liderar a las personas con empatía y propósito. Si no desarrollas estas habilidades, corres el riesgo de quedar atrapado mientras otros avanzan.
Y aquí hay un paralelismo que no podemos ignorar: hace menos de un siglo, el ejercicio físico era parte de la supervivencia. Si trabajabas, te movías. Si querías alimentarte, necesitabas fuerza. Luego, cuando la mecanización llegó, moverse dejó de ser necesario… y pasó a ser opcional. No fue hasta mucho después que entendimos que lo “opcional” era, en realidad, esencial. Hoy sabemos que el ejercicio es clave para la vitalidad, la longevidad y el éxito.
¿Y si estamos haciendo lo mismo con la interacción humana? En ventas, por ejemplo, tu riqueza depende de la cantidad de conversaciones abiertas y contactos en tu agenda. Sin embargo, estamos permitiendo que la tecnología haga que conectar con otros se vuelva opcional. Si dejamos de practicar la empatía, la escucha y la conexión, estas habilidades se atrofiarán. Y cuando nos demos cuenta de que son esenciales, quizá ya estemos creando “gimnasios de interacción humana”: espacios donde reaprendamos lo que antes hacíamos de forma natural.
La tecnología puede ayudarnos a coordinar, pero nunca a liderar. El liderazgo auténtico no solo es importante, es urgente. Y para liderar, primero debemos recuperar lo esencial: conectar, conversar y crear juntos.